domingo

a orillas de otro cielo


es la melodía que perdí en el viento:
arrulla el inocente desconcierto de las hojas,

un susurro de agua que perfila el cielo.

(en ese breve tiempo
moría lo imposible,
el roce de la hierba se parecía a la paz,
el miedo era sólo un presagio en los cristales,
un eco sofocado en el silencio.
las nubes me prestaban las palabras,
no había ángeles de olvido
ni sueños que habitaban en la lejanía)

aquel pequeño río canta, todavía, en los atardeceres
-nombrándome-


gracias, hermanita, por la imagen de nuestro río