miércoles

todo lo que amé


sobre la mesa duerme el corazón de aquella niña
que rompía nidos a la hora de la siesta
y robaba flores de las puertas cerradas.
un poco más acá
la mujer aferrada a una jaula vacía
reza una plegaria, mientras llueve.

en ese pequeño país solitario,
en esa tierra tenue de pasos perdidos
habita todo lo que amé

entonces intento una sílaba,
un ensayo por abrazar la ausencia.
aquel vigía rompe mi espejito de muñeca
y una vez más,  un  grito ajeno y distante
hiere la sintaxis.

no. no se puede escribir lo que no existe
no puedo encontrar el nombre del paisaje muerto.

sin embargo, puedo nombrar de memoria
cada gesto fatigado,
cada pared ciega y muda
puedo nombrar la tristeza de las avenidas
el rugido de adioses de los trenes,
la soledad de los pájaros en los umbrales
y todas las voces, una idéntica a la otra,
que estallan, ahora, en las veredas del invierno.

puedo nombrar de memoria, también,
esta  absurda espera de su sombra.