en voz baja
ahora que están las luces apagadas
y se rompieron todos los espejos
me duermo con aquel sueño apretado en una mano,
como un trocito de cristal precioso
que sangra la palma y sin embargo,
destella, todavía, un reflejo de pájaro extinguido.
cuento los pasos en voz baja
hasta la puerta secreta
(aquella de la clandestina felicidad)
y algunas veces,
en ese punto en que la vida se detiene,
aparece lámpara
encendida en el umbral:
repite mi nombre como
un rezo
y me seca las lágrimas, tiernamente,
con su pañuelo de
inventar barcos.
Buenos Aires, 09 de noviembre de 2012