domingo

bosque perdido

la glicina azul cayó sobre tu sombra.
después, tu sonrisa eterna de fotografía,
la tierra reseca de todos los inviernos
(presagio de milagros)
y esa brisa que no dañaba a nadie
pero a mí me lastimó las manos.

desde los barrotes de la ventana,

a través de este angosto camino
entre los recortes de diarios y la multitud,
a veces creo que existe un hilo luminoso,
un golpe de alas que cambia los destinos,
un soplo parecido a la ascensión de un ángel,
entonces, aquella pulsera de luciérnagas 
se enciende en la penumbra
pero al tiempo se extingue, mansamente,
como tu querida mirada,  en aquel bosque perdido.

             (en vísperas de nochebuena, para vos, papá)