martes

quinqué

todo quedó guardado en esa tenue llama.
aquella luz incandescente y frágil,
desmesurado sol , halo deslumbrante
allí quedó el misterio, las sombras,
un crujir de semillas.
los muebles que crecían hasta el cielo
con formas azarosas.

en aquel diamante, fulgor anaranjado
quedó cautiva la mosca tornasolada del telégrafo;
la misma que, después,  rozó con obscena impunidad
su frente pálida.

allí quedó aquel tren hacia ningún lugar.
la remota orilla, el bosque insaciable,
y Dios con su sermón errático
sofocando el amor y la caricia

caleidoscopio de fuego, resplandor del alma.

plegaria del deseo: corazón–hotel
que albergaba  huéspedes extraños,
labradores de flores clandestinas en las sábanas.