a veces parecía una reina
con una inmensa corona fulgurante,
otras veces le crecían garras
y su sombra se alargaba hasta desvanecerse.
veo-veo, decía.
en el espejo asomaba un soldado
con el corazón herido;
una equilibrista con un vestido
de cenizas
y la bailarina de mi cajita de música
con el ramito de nomeolvides,
que siempre veía en el florero plateado del cementerio
pero él no
me dejaba tocar.
había una vez, decía
y me peinaba con devoción
de pájaro.
en la caja
verde tenía cintas de colores deslumbrantes
que se volvían una hilera de estrellas.
el peine era un rastrillo esplendoroso:
preparaba el suelo donde ella sembraba flores.
destellos tornasolados
que hacían caminos en mi cabeza.
¿qué color?, decía.
(en el espejo crecía una niña parecida a mí.
tenue, imperceptible, como la llama de la lámpara)
(en otro 7 de diciembre, por su entrañable presencia)
tenue, imperceptible, como la llama de la lámpara)