sábado

sol de noche

a veces parecía una reina
con una inmensa corona fulgurante,
otras veces le crecían garras  
y  su sombra se alargaba hasta desvanecerse.

veo-veo, decía.

en el espejo asomaba un soldado con el corazón herido;
una equilibrista con un vestido de cenizas
y la bailarina de mi  cajita de música 
con el ramito de nomeolvides,
que siempre veía en el  florero plateado del cementerio
pero  él  no me dejaba tocar.

había una vez, decía
y me peinaba con devoción de  pájaro.

en la  caja  verde tenía cintas de colores deslumbrantes
que se volvían  una hilera de estrellas.
el  peine era un rastrillo esplendoroso:
preparaba el suelo donde  ella sembraba flores.
destellos  tornasolados  que hacían caminos en mi cabeza.

¿qué color?, decía.

(en el espejo crecía una niña parecida  a mí.
 tenue,  imperceptible, como la  llama de la  lámpara)   
   
    (en otro 7 de diciembre, por su entrañable presencia)