sábado


6:30 pm.

ninguna puerta abierta. ninguna casa blanca.
en los balcones agonizan las primeras flores de abril.
un auto viejo que parece un unicornio abandonado
ampara a un ciego que juega con monedas de cartón.

en la esquina un hombre mira a una mujer

que no lo mira; 
al hombre le crece la muerte en las pestañas
y grita para hacerse oír.
la mujer elije un sombrero,
un vestido azul y un collar de brillantina.
una bandada de golondrinas
que vuela a ras del suelo los hace desaparecer.
en su lugar un niño y un loco
esparcen nombres por el empedrado
nombres solos, desnudos, despojados,
que todos pisotean en su combatiente carrera
hacia el olvido. 

un perro vagabundo, acurrucado en una iglesia,
se lame las heridas. 

mi alma se mira de reojo en las vidrieras
se acomoda el cabello, se retoca el maquillaje
canta aquella antigua canción de los altillos,
rompe el cristal en mil pedazos.

suena una alarma de ambulancia;

se parte en dos el cielo
y en la plaza una estatua se ríe a carcajadas.