jueves


qué ternura, sus manos

algo de aquella tarde
cuelga en la ropa de los placares

un eco mínimo se aferra al desconcierto
de esas pequeñas flores recién cortadas
y grita, silencioso, en la sombra
que astilla la hilera de tarritos de especias, 
en la alacena.

algo no se fue del todo.

algo quedó.
algo renace en las persianas.
en el óxido persistente de los estantes.

(qué pena su mirada lastimando diciembre,
qué ternura, sus manos.
su gesto de pedir perdón.
su tez de pájaro quebrándose en el viento)

en la mancha del espejo,
en las cerezas muertas del mantel,
todavía gime, acurrucado,
aquel rumor a nido rompiéndose en el aire.