los cambios eran casi imperceptibles,
pero un día noté que no quedaba en el cristal un sólo rastro.
ya no había vestigio de las primeras palabras,
aquellas señales en la arena se volvieron invisibles,
se mancharon con sangre las alas de los pájaros
y el mar moría en mis manos.
ellos no tenían un color definido,
ni una forma que los determinara
por eso, quizás, no supe defenderme
ellos se llevaron todo,
hasta los mínimos indicios.
fueron adueñándose de las pequeñas cosas
- esos simples detalles
parecidos a las flores de un mantel bordado -
desnudaron el refugio poco a poco,
estaban al acecho de la calma
como un presagio
o como el signo de un dolor antiguo,
y en brutal silencio, decretaron ausencias y certezas
(esas verdades que ratifican la muerte)
pero un día noté que no quedaba en el cristal un sólo rastro.
ya no había vestigio de las primeras palabras,
aquellas señales en la arena se volvieron invisibles,
se mancharon con sangre las alas de los pájaros
y el mar moría en mis manos.
ellos no tenían un color definido,
ni una forma que los determinara
por eso, quizás, no supe defenderme
ellos se llevaron todo,
hasta los mínimos indicios.
fueron adueñándose de las pequeñas cosas
- esos simples detalles
parecidos a las flores de un mantel bordado -
desnudaron el refugio poco a poco,
estaban al acecho de la calma
como un presagio
o como el signo de un dolor antiguo,
y en brutal silencio, decretaron ausencias y certezas
(esas verdades que ratifican la muerte)
Esa habitación rota, me recuerda una que utilicé, vista desde fuera, hace unos días. Pero en aquella todavía latían los cambios.
ResponderEliminarNo sé si te despides de los rastros que ya ni son o gritas pidiendo que vuelvan.
El refugio se puede restaurar, siempre se puede, aunque cueste la vida.
Bicos.
Como siempre, rescato la belleza de tus palabras, a pesar de tanto dolor...
ResponderEliminarTe amo.
Los bordes de cada pieza, crean al mundo cuando tiemblan. Son creadores de unas puertas, que justifican la siembra. Allí donde la floresta, en el desierto se inserta. La rosa que sigue abierta, de su propia piel se ausenta. TQM.
ResponderEliminarpoema con mucho sentimiento en cada letra una escencia que de cierta forma toca el sentir que un dia suele sucedernos en medida diferente pero acontece... linda letra...
ResponderEliminarsaludos
linda semana
abrazos
Como en todo hay término a veces la esperanza tiene un tiempo limitado. Sin embargo no ha de haber sido buena esperanza la que en su ausencia deja sólo desamparo.
ResponderEliminarEn esta poesía inmensa tu corazón está redecorando el cuarto.
Besos, Anitaquerida
como transformar las tristezas en esperanzas y las penas en olvido....es difícil,pero no imposible.
ResponderEliminarImpactantes las metáforas, y 'esos simples detalles' son tan importantes. Los detalles vuelven siempre, pero no las primeras palabras. Qué fuerte: y el mar moría en mis manos. Los m suavizan un poco el dolor, no crees?
ResponderEliminarUn beso
tu oscuridad es impactante,Anita;tan impactante, que hasta ilumina.
ResponderEliminarmil besos, poeta*
me llega el dolor de tus pérdidas, el eco de los lamentos ahogados, el miedo ante el vacío, pero envuelto en tal belleza que no sé si lanzarte un cabo que te traiga a la orilla luminosa de la esperanza o quedarme quieta contemplando como el tiempo y el silencio son convertidos en belleza por tus palabras.
ResponderEliminarImpresionada, realmente.
"...y el mar moría en mis manos..."
ResponderEliminardulce y cruel sensación, hay momentos en que todo se nos va y aunque parezca que todo vuelve a venir... uno sólo se ve solo ante las olas.
Hay habitaciones que se nos deshacen en las manos, tal vez cuando las goteras empiezan a asomar en nuestros ojos es momento de marcharse, pero... hay veces que... es eso posible?
Buf, lo siento, tu poema y esa imagen me han despertado muchos reflejos...
Un abrazo.
Los cambios que se producen poco a poco en el interior de nosotros y del otro son traicioneros, cuando te quieres dar cuenta, se ha ido todo. Nadie conoce al fantasma ladrón, es una mezcla de tiempo y dejadez.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ufff,.. que bueno esto!
ResponderEliminarMe encanta leerte, aun cuando este cansado de dias pesados de mucho trabajo, siempre tengo un rato para pasarme por tu blog, un abrazo
Shlom
Los grises en ocasiones nos pintan el alma y los sueños que ella anida...
ResponderEliminarPero hay oscuridades que nos hacen ver mejor ciertos rincones, entonces, el gris puede convertirse en azul profundo, y buceando en esa profundidad se atisban luces.
Me encantó Ana!!!
Besitos.
Sí, supongo que es una de las cosas de las que la poesía es capaz; romper rejas.
ResponderEliminarMe gusta tu blog. "y el mar moría en mis manos. ellos no tenían un color definido, ni una forma que los determinara, por eso, quizás, no supe defenderme". Precioso.
El silencio es una gran fuente a la hora de escucharnos a nosotros mismos, las verdades que más duelen a parte de las pronunciadas por los que quieres.
ResponderEliminarSí, leí la Genealogía de la moral, (Nietzsche es uno de mis autores favoritos =) sobra decir que es un libro compuesto a base de verdades como puños, entre ellas el bien y el mal (para dar paso a la verdad).
Otro abrazo, Ana.
Nada, puede morir en tus manos y mucho menos el mar, pequeña mía... como mucho, cambiar de estado.
ResponderEliminarTe sigo.
El sutil desconcierto de los cambios junto a la evidencia inspiradora y profunda de tus palabras. Una combinación fascinante para repetirte una y mil veces que me encantó.
ResponderEliminarPara abrazarte mientras vuelvo a repetirte lo mucho que me gustó.
Corazòn! te felicito por el logro obtenido el día de hoy! Sabès que me llena de orgullo ser tu hermana, porque conozco tu esfuerzo y me encanta que tengas estas satisfacciones. Esa es mi hermAna!!
ResponderEliminarTe amo ♥
No sé cual sea el logro, pero ten por seguro, que ahora mismo me voy contenta de aquí, Anita.
ResponderEliminarMUA!
Ha llegado mi dama,
ResponderEliminarsu pelo rojo le da al viento
un atuendo de fuego.
Su fragancia me sacude.
Soy un hombre maniobrado
por las circunstancias.
He perdido la desolación que me aislaba,
el dato esencial ya no es la quietud,
en mi rostro se instala la sorpresa.
No puedo hacerme a un lado
ante el aturdimiento que se acerca,
dejo que me alcance la catástrofe.
Quiero padecer de nuevo
el saqueo en las entrañas,
la fiebre animal en la sangre,
el insomnio delirante,
el triunfo inútil.
anuar.