miércoles

cuando amanezca

cualquiera dice dictadura para nombrar la nada
dictadura sin sentido, sin dolor, sin espanto,
dictadura para quedar al margen
vos, yo, el otro, aquel, ninguno.
mientras tanto el tío de Paula busca su nombre
en un árbol de la plaza de Liniers
y  Claudia, Francisco,  Clarita, César, Nora,
todos los demás, arañan el cemento en la autopista.

al rato, desde la realidad cuadrada de una  pantalla plana
el tipo grita que la revolución es un acto criminal,
que ser joven exige una mordaza.
el otro, el que cumple sueños en la tele,
reniega de la edad para votar,
pero enseguida una maestra abrocha el cartel de deudor
en el pintorcito cuadrille de un niño de tres años.

un estafador de almas brilla en Internet:
la retahíla de nadies lo sigue en caravana
y dictan clases de amor de fruslería,
frases hechas que libran de culpa el corazón
y dejan impune el crimen cotidiano de la indiferencia
“prohibido el compromiso y la nobleza”

seguimos, como entonces,
tapando los cadáveres con la palma de la mano
escondiendo la mugre en las hendijas,
en la mirada quieta de los  agoreros,
en el cine, en las veredas,
en las puertas bien cerradas de los ministerios
en esta  cobarde manía de esconderme,
de ocultar  mi alma mal herida.

pero no todo da igual. aunque duela.
aunque sangre el desconcierto,
hay una  mujer que apura el paso
en el invierno helado para alcanzar la vida,
un encuentro de almas  tatuado para siempre 
en el muelle de los pájaros
(eso jamás podrán destruirlo los imbéciles)
  
hay un vals que aún retumba
en la memoria de la voz ausente,
el amparo de abril  en la madrugada incierta,
María y la risa luminosa  de los niños  en la pequeña patria,
amigos que aún creen
en la hoguera encendida de los pueblos,
mi fiel escudero contando los pasos a mi lado
hasta  alcanzar la poesía,
y mi madre, con sus ojos nublados de artistas y de magos,
que hoy abrirá la ventana una vez más,  
cuando amanezca.


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